"Si hubiéramos salido, nos habríamos llevado un duro golpe": en París, las personas sin hogar son extremadamente vulnerables a la ola de calor.

Empujamos la puerta y respiramos aliviados: por fin, unos grados menos. Este martes 1 de julio, tras la fachada de un hermoso edificio parisino, la gran sala pintada de verde claro y con sillas a lo largo de las paredes da la sensación de un refugio climático. En este refugio diurno del distrito 16 de París, entre el zumbido de ventiladores y máquinas de cortar el pelo, las personas sin hogar se reúnen para «refugiarse, saciar su sed y descansar», explica Kamel, sentado cerca de la entrada.
Afuera, la ciudad arde con un calor sofocante de 38 °C (100 °F). Según las recomendaciones oficiales para este martes abrasador, lo mejor es quedarse en casa, mantener las persianas cerradas, teletrabajar y mantenerse hidratado. Pero aún se necesita un hogar. Para las 3507 personas que viven en las calles de la capital, según el recuento realizado en enero durante la Noche de la Solidaridad, es difícil escapar de las temperaturas infernales de los últimos días.
El calor, para las personas sin hogar, es un peligro mortal, al menos tanto como el frío . Sin embargo, las medidas de confinamiento implementadas en caso de ola de frío no tienen un equivalente real en verano, a pesar de que los episodios de calor intenso son cada vez más frecuentes, violentos y prematuros con el cambio de temperatura.
Libération