Salud: ¿Debemos pelar la fruta o nos estamos privando de sus mejores cualidades?

Cada día, millones de personas en todo el mundo pelan sus frutas y verduras antes de comerlas. Esta práctica automática se hereda de hábitos familiares o se sustenta en la idea de que es una forma más saludable de comer.
Sin embargo, este acto aparentemente inocente es más controvertido de lo que parece. Si bien este gesto puede parecer más higiénico, resulta que la piel de las frutas y verduras está repleta de nutrientes, lo que pone en duda los beneficios de pelar estos alimentos.
Sin embargo, y aquí radica el dilema, la piel de frutas y verduras también puede contener residuos de pesticidas .
Entonces la pregunta es: ¿a qué deberíamos prestar más atención: a los nutrientes que perdemos al pelar la fruta o a los pesticidas que evitamos ingerir?
Un estudio publicado en Current Research in Food Science aborda este dilema y concluye que la respuesta, como ocurre con muchas otras preguntas relacionadas con la alimentación, está lejos de ser sencilla.
Lo que perdemos al pelar una frutaLa piel de la manzana contiene aproximadamente el doble de fibra que la pulpa y una alta concentración de compuestos fenólicos que actúan como antioxidantes naturales .
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Su presencia ayuda a mantener el equilibrio celular y a prevenir o retrasar el daño celular causado por los radicales libres, así como por la exposición a la contaminación, el humo del tabaco o los rayos UV que causan estrés oxidativo. Todos estos elementos contribuyen al envejecimiento celular y pueden estar relacionados con enfermedades crónicas como las enfermedades cardiovasculares, ciertos tipos de cáncer y la diabetes tipo 2.
Además, también se han identificado propiedades antiinflamatorias y antimicrobianas en frutas como las peras, las uvas y los cítricos, cuyas cáscaras también son una valiosa fuente de vitamina C y aceites esenciales.
La piel de algunas verduras también aporta fibra, potasio y antioxidantes como los polifenoles. Es el caso de la piel de las patatas , las zanahorias y los pepinos.
Otro ejemplo poco conocido es la piel de berenjena , que contiene nasunina, un poderoso antioxidante que protege las membranas celulares del daño oxidativo.

Dadas las numerosas propiedades valiosas asociadas a la cáscara, cabría pensar que la balanza se inclinaría a favor de consumir frutas y verduras sin pelarlas. Sin embargo, pelarlas también tiene sus justificaciones. La más obvia, como se mencionó anteriormente, es la presencia de residuos de pesticidas en la superficie.
Aunque los niveles están regulados por organismos como la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (AESA), algunos estudios han encontrado residuos de estas sustancias incluso después del lavado. Por ello, muchos consumidores optan por pelar los alimentos como medida de precaución.
La buena noticia es que existen formas efectivas de reducir la carga de pesticidas sin quitar la piel.
Lavar frutas y verduras con agua corriente, frotarlas con un cepillo apto para alimentos o remojarlas brevemente en una mezcla de agua y bicarbonato de sodio o vinagre puede eliminar hasta un 80-90% de los residuos.
Por supuesto, lo ideal es consumir frutas y verduras producidas de forma ecológica o local, métodos de producción en los que se utilizan menos o ningún pesticida.
Otro argumento relevante, y menos conocido, es el impacto ambiental de pelar frutas y verduras de forma rutinaria. Según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) , cada año, el 14 % de los alimentos del mundo se pierde antes de llegar al consumidor. Una parte significativa de este desperdicio proviene del descarte innecesario de cáscaras.
Estas pieles, que podrían usarse como alimento, terminan en vertederos donde se descomponen y generan metano, un gas de efecto invernadero mucho más potente que el dióxido de carbono.
Según varios estudios , se estima que si se redujera el desperdicio de frutas y verduras en los hogares, las emisiones globales de gases de efecto invernadero disminuirían significativamente.
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Además, en algunos países ya se están realizando investigaciones sobre cómo convertir las pieles en productos útiles: desde harinas enriquecidas hasta bioplásticos, fertilizantes y piensos.
Pelar o no pelar no debería ser una decisión automática, sino informada. Si la fruta o verdura está bien lavada y procede de una fuente fiable, es mejor, desde un punto de vista nutricional y ecológico, consumirla con piel.
Por supuesto, hay excepciones. Algunas pieles son demasiado duras, amargas o contienen compuestos indeseables, como la solanina presente en la piel de las patatas verdes.
La solanina es un glicoalcaloide natural que la papa produce para defenderse de insectos y enfermedades. Se concentra principalmente en la piel y las zonas verdes del tubérculo, que aparecen cuando la papa se expone a la luz o sufre daños físicos.
Aunque la clorofila que le da el color verde es inofensiva, su presencia indica un posible aumento de solanina. El consumo de papas con altos niveles de solanina puede causar síntomas como náuseas, diarrea, dolor abdominal, dolor de cabeza y, en casos graves, parálisis, alucinaciones, etc.
Estudios recientes indican que dosis de solanina de 2 a 5 mg/kg de peso corporal pueden causar síntomas tóxicos y dosis superiores a 6 mg/kg pueden ser fatales.
En última instancia, se trata de una evaluación caso por caso, que equilibra beneficios y riesgos. La ciencia nos anima a ver las cáscaras no como un desperdicio, sino como una parte más de la alimentación: nutritivas, versátiles y, en muchos sentidos, poco valoradas.
SudOuest