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Conflicto en Oriente Medio: De la diplomacia a la desestabilización

Conflicto en Oriente Medio: De la diplomacia a la desestabilización
Conflicto en Oriente Medio | ESGnews

Tras una semana de ataques israelíes contra instalaciones nucleares iraníes y otros objetivos, Estados Unidos entró en el conflicto el sábado, utilizando bombarderos B-2 para atacar las instalaciones nucleares de Fordow, Natanz e Isfahán con bombas perforantes MOP. La situación evoluciona rápidamente y las consecuencias siguen siendo inciertas, lo que requiere un seguimiento continuo por parte de los inversores. El impacto en la infraestructura nuclear iraní aún se está evaluando, y las autoridades iraníes podrían minimizar los daños percibidos o cambiar su enfoque estratégico.

La reacción inicial del mercado a los primeros ataques israelíes fue relativamente moderada: entre el 13 y el 20 de junio, el índice MSCI ACWI cayó menos del 2%, con tasas de interés y divisas estables. Sin embargo, con la intervención directa de EE. UU., crece el temor a una mayor escalada y sus efectos en los mercados energéticos. Los mercados pueden interpretar esto de diferentes maneras: desde el temor a una desaceleración económica —como en la Guerra del Golfo— hasta la preocupación por una mayor inflación debido al alza de los precios del petróleo, o incluso un optimismo cauteloso si la diplomacia conduce a una reducción de las ambiciones nucleares de Irán, aunque parezca lejana.

Sin embargo, los mercados del petróleo y las materias primas han reaccionado con fuerza. El crudo Brent ha subido más de un 12% la semana pasada, con algunas de sus mayores oscilaciones diarias desde los inicios del conflicto entre Rusia y Ucrania. Estos movimientos reflejan la ansiedad ante posibles interrupciones en uno de los corredores energéticos más cruciales del mundo. Ante la escalada de la crisis por parte de las fuerzas militares estadounidenses, los inversores están acumulando una prima de riesgo para protegerse de posibles perturbaciones de la oferta.

Una incógnita clave es qué ocurrirá a continuación y qué suministros corren mayor riesgo. Irán aún exporta alrededor de 1,5 millones de barriles diarios, principalmente a Asia y, sobre todo, a China. Cualquier perturbación significativa en la región del Golfo tendría efectos devastadores en la economía mundial y los mercados financieros.

Irán tiene muchas opciones de represalia, ya sea directa o indirectamente (a través de aliados regionales). El Estrecho de Ormuz es el punto más crítico, ya que transporta alrededor del 20% del petróleo mundial y una parte significativa de GNL. La presencia de la Armada estadounidense en Baréin hace improbable un cierre total, pero acciones limitadas (misiles, minas, ciberataques, interferencias de GPS) aún pueden desalentar el transporte marítimo, aumentar las primas de seguros e interrumpir las rutas. Informes recientes sugieren interferencias iraníes con los transpondedores de los buques, y las autoridades marítimas ya han emitido advertencias. La mayor parte del crudo que pasa por Ormuz se destina a Asia, especialmente a China, socio clave de Irán. Interrumpir estos flujos no solo perjudicaría los intereses económicos de Irán, sino que también pondría en peligro su propio transporte marítimo, ya que los petroleros iraníes fuera del Golfo podrían enfrentar represalias o dificultades operativas. Este riesgo es especialmente alto si los líderes iraníes, aislados y ante un posible cambio de régimen, actúan impulsados ​​por la desesperación. Lo más probable es que Irán adopte estrategias que generen incertidumbre constante (como acoso a buques, sabotaje y aumentos de costos), pero que no interrumpan totalmente las líneas de suministro.

Ya sea actuando directamente o a través de terceros, como las milicias en Irak y Yemen o grupos como los hutíes, Irán mantiene una importante capacidad para amenazar infraestructuras energéticas vitales. Yacimientos petrolíferos, refinerías y terminales de exportación en la región del Golfo —incluyendo importantes instalaciones como la planta de procesamiento de Abqaiq en Arabia Saudita, la terminal de exportación de Ras Tanura y la refinería de Mina al-Ahmadi en Kuwait— se encuentran dentro del alcance de ataques con misiles, sabotajes u operaciones cibernéticas. La amenaza no es teórica: incidentes de los últimos años, como los ataques de 2019 a petroleros frente a Fujairah y los ataques con drones y misiles contra las instalaciones de Abqaiq y Khurais de Saudi Aramco, han demostrado cómo incluso acciones limitadas pueden retirar millones de barriles diarios del mercado global e interrumpir las cadenas de suministro. En el sector del gas, el aumento de las reservas europeas y la diversificación de las importaciones de GNL ofrecen cierta protección, pero cualquier interrupción grave de los flujos de GNL cataríes desde instalaciones como Ras Laffan tendría un efecto dominó en todo el mundo, obligando a Europa y Asia a competir por los suministros disponibles. Si bien el reciente acercamiento diplomático de Irán con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos puede mitigar algunos riesgos, no puede ofrecer una protección completa para los activos energéticos regionales ante posibles represalias por parte de terceros países representantes de Irán.

Si bien estas amenazas inmediatas pueden mermar la oferta del mercado a corto plazo, la perspectiva de una agitación política en Irán aumenta el riesgo de interrupciones más profundas y prolongadas. Si un cambio de régimen en Irán se convierte en parte de la solución, la historia indica cautela en los mercados energéticos. Las destituciones de Muamar el Gadafi en Libia y de Sadam Husein en Irak provocaron descensos drásticos y prolongados en la producción petrolera, ya que la inestabilidad y la falta de un liderazgo claro mantuvieron millones de barriles fuera del mercado. El caso de Venezuela ofrece una lección similar: desde la muerte de Hugo Chávez, el caos político y económico ha impedido el retorno a los niveles de producción anteriores. En particular, las perturbaciones de la oferta del pasado han sido absorbidas por el fuerte crecimiento de la producción de petróleo de esquisto estadounidense, una dinámica que es menos probable hoy en día debido a la mayor madurez del sector. Estos ejemplos históricos ponen de relieve que, incluso si cesan las hostilidades, un cambio de régimen puede provocar interrupciones prolongadas e impredecibles del suministro. En el caso de Irán, cualquier transición podría dejar la producción y las exportaciones de petróleo en un punto muerto hasta que se establezca un gobierno estable.

Dadas las múltiples amenazas al suministro regional, tanto por ataques agudos como por riesgos de inestabilidad a largo plazo, la capacidad de la OPEP+ para proteger el mercado es crucial. Recientemente, el grupo ha gestionado la producción para apoyar la estabilidad de precios, incluyendo la cancelación de recortes voluntarios para equilibrar el suministro global y fomentar el cumplimiento entre sus miembros. Sin embargo, si los barriles iraníes fallaran, la capacidad excedente de la región podría agotarse rápidamente. La mayor parte de esta capacidad —actualmente estimada en 3 a 4 millones de barriles diarios, pero probablemente menor tras los recientes aumentos— se concentra en los países del Golfo, que también presentan un alto riesgo. En consecuencia, nuevas perturbaciones en la región podrían agotar rápidamente la capacidad excedente disponible y provocar un fuerte aumento de los precios.

Mientras tanto, la demanda de petróleo se mantiene fuerte. Los riesgos arancelarios están disminuyendo, la temporada de viajes de verano ha comenzado y los inventarios en muchas zonas están por debajo de los niveles habituales. Dadas estas presiones de oferta y demanda, los gobiernos podrían tomar medidas adicionales, como la liberación de petróleo de las reservas estratégicas, para ayudar a contener los precios. Sin embargo, estas intervenciones tardan en surtir efecto en el mercado, y es probable que los operadores se mantengan a la defensiva, preparándose para una mayor volatilidad.

Además de estas preocupaciones sobre el mercado y el suministro, los inversores también deben considerar los riesgos geopolíticos más amplios que rodean el programa nuclear iraní. Una capa adicional de incertidumbre rodea ahora la posible respuesta nuclear de Irán. Teherán podría intentar minimizar el daño percibido a su programa, trasladar sus operaciones a sitios no declarados o reconsiderar su compromiso con los acuerdos internacionales, incluyendo una posible salida del Tratado de No Proliferación Nuclear. Estas medidas no solo desestabilizarían aún más la región, sino que también podrían prolongar el conflicto y aumentar el riesgo de una escalada más amplia.

La diplomacia sigue siendo una opción, y una solución pacífica sería deseable. Sin embargo, la esperanza por sí sola no es una estrategia de inversión. Los inversores deben prepararse para un mundo donde las crisis pueden surgir repentinamente y desde múltiples direcciones. Mantener una cartera diversificada, especialmente con asignaciones a materias primas como el oro y la energía, sigue siendo una estrategia prudente para gestionar la incertidumbre actual.

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