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Cultivar índigo para vestir sostenibilidad

Cultivar índigo para vestir sostenibilidad

En Santa María de Las Lomas, en el corazón agrícola de Cáceres, donde durante generaciones reinaron los campos de tabaco, hoy, brota además una planta que promete porvenir para la comarca. Es el índigo natural, uno de los pigmentos más antiguos del mundo y el alma de una realidad que va más allá de la moda: Tintoremus Studio, empresa nacida en 2022 con un propósito claro: regenerar la tierra, dignificar la artesanía, proclamar una oda al color y dar forma a una moda diferente y responsable, con diseños desenfadados pero elegantes, decididamente alternativos.

Clemente Cebrián, cofundador de la marca española El Ganso, con más de 140 tiendas en el mundo, se embarcó en esta nueva aventura movido por «ilusión, convicción y responsabilidad». Conoce bien lo que implica escalar una marca, pero también el precio ambiental que eso supone. Su socia Lola López, diseñadora con «alma botánica» y exdirectora de márketing de El Ganso, ya venía investigando tintes naturales y cuestionando los excesos de la moda industrial. Juntos viajaron, observaron, pensaron y crearon. «Nos dimos cuenta de que no hacía falta renunciar al color para respetar el planeta —explica Lola—. Lo que había que dejar atrás eran las prisas, el derroche y la lógica del usar y tirar».

Todo comenzó con una sesión de fotos en Jarandilla de la Vera. Al pasar por Talayuela, las amplias extensiones de terrenos agrícolas abandonados les recordaron lo que habían leído sobre Kentucky y Tennessee, donde agricultores habían sustituido el tabaco por índigo; con éxito. Tras experimentar con distintas variedades, apostaron por una especialmente prometedora: la Persicaria tinctoria. «Funcionó tan bien que pasamos de una pequeña parcela a cultivar 2.500 m2. Y poco después ya teníamos 10 hectáreas», cuenta Clemente. Muchas de estas parcelas están arrendadas a jóvenes de la zona. «Estamos ayudando a que el campo tenga futuro. Esto no va solo de moda: va de vida. Nuestro trabajo nos hace felices y sentimos que podemos lograr algo grande, tanto para la comarca como para una industria que necesita transformarse».

Cebrián observa con su equipo la oxigenación del líquido rico en indican terabithia

A diferencia de muchas marcas que centran su sostenibilidad en los tejidos orgánicos o reciclados, Tintoremus ha puesto el foco en un aspecto casi olvidado: el color. «Todo el mundo habla de sostenibilidad, pero nadie menciona el tinte. Y ese, mayoritariamente sintético, es uno de los mayores contaminantes del sector textil», señala Lola. Por eso decidieron cambiar la lógica desde la raíz.

La Junta de Extremadura pronto vio el potencial del proyecto y lo incluyó en su incubadora de alta tecnología de Mérida. «Recibimos mucho apoyo institucional. Vieron que generaba empleo rural y diversificaba la economía agrícola», destaca. En poco tiempo, Talayuela alberga ya más de 350.000 plantas de índigo, el cultivo más grande de Europa. También han puesto en marcha un sistema de subarriendo de parcelas para otras marcas. «Queremos que diseñadores puedan alquilar pequeñas porciones de tierra y lanzar colecciones cápsula con origen real y local», añade Lola.

En una comarca golpeada por el abandono del campo, el desempleo y el éxodo juvenil, Tintoremus ha reactivado tierras, creado empleo y recuperado saberes olvidados. «No queremos sustituir el tabaco, sino ofrecer una alternativa complementaria», explica Pablo Prieto, ingeniero agrónomo. «El índigo no tiene plagas, no requiere pesticidas y mejora la biodiversidad. Es perfecto para rotaciones que eviten el agotamiento del suelo».

El proceso de extracción del pigmento es limpio, artesanal y circular. «Fermentamos las hojas en bañeras de hormigón, sin químicos. El agua, calentada con energía solar, se reutiliza siempre. Y lo hacemos todo junto al cultivo, reduciendo así también la huella logística», explica Clemente. La recolección se realiza dos o tres veces al año. Tras cortar la planta, las hojas se sumergen en agua a unos 30°C. Allí fermentan entre 24 y 48 horas, liberando los compuestos colorantes. Luego, el material vegetal se retira y se convierte en compost, mientras el líquido, ya enriquecido con indicán, se bombea a tanques donde se inicia la oxidación. Solo se añade cal viva como alcalinizante y el proceso se oxigena manualmente. Finalmente, el extracto pasa por filtros mecánicos que separan la indigotina. Así nace el pigmento en polvo: indigoremus. El agua sobrante se depura y vuelve al ciclo, asegurando un sistema cerrado y eficiente.

Prendas tintadas con índigo natural, nueva moda cool ideales para el verano

Y Tintoremus es también más que un nuevo espacio de moda cool que triunfa en Madrid. Es la continuación del proceso. Un ecosistema interdisciplinar en el que conviven empresarios, biólogos, ingenieros, químicos, artesanos, tintoreras, diseñadoras y agricultores. «Todo está pensado para minimizar el impacto y maximizar el valor social y ambiental», dice Clemente. Cuentan con un taller de reparación y retoque de color, un vivero sensorial de índigo y un espacio donde se tiñen prendas en vivo. «Queremos que la gente entienda que cuidar su ropa es también una apuesta por la sostenibilidad —añade Lola—. La circularidad solo funciona si hay belleza, funcionalidad y una historia que te vincule a la prenda».

El color es su seña de identidad. «Queremos industrializar el tinte natural para que deje de ser una rareza», afirma Lola. La dificultad no es teñir una prenda, sino hacerlo a escala sin dañar el medio. Por eso recurren a pigmentos naturales: cáscaras de cebolla, granada, hojas de morera. Y sus prendas no siguen el ritmo frenético de la industria. Se producen en ediciones limitadas, con piezas únicas que deslumbran por sus colores vivos y orgánicos.

Tintoremus anima a sus clientes a retejer, transformar o retintar sus prendas antiguas. No es solo una moda pasajera. Es una declaración ética. Frente al lavado verde y la banalización del término «sostenible», esta empresa emergente reivindica el tiempo, el oficio, la trazabilidad y el arraigo. «Queremos demostrar que otro modelo es posible —concluye Lola—. Lo verdaderamente moderno es cuidar lo que ya existe. El color más bello no es el más brillante, sino el que no mancha el futuro».

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