Convivencia entre recreo náutico y los ecosistemas marinos: una urgencia estacional. Por Maribel Cerezo Sánchez (VIU)

Por Dra. Maribel Cerezo Sánchez
Muchos esperan la llegada del verano para poder disfrutar del mar: navegar, fondear en aguas cristalinas o simplemente dejarse llevar por la brisa marina son sinónimo de vacaciones perfectas. Pero lo que desde la superficie parece idílico, esconde bajo el agua una realidad que muchas veces preferimos no ver. Cada ancla mal colocada, cada vertido o residuo, cada ruido excesivo deja una huella sobre el fondo marino.
En las últimas décadas, el turismo náutico ha crecido a gran velocidad, lo que se traduce en una presencia cada vez mayor de embarcaciones recreativas en el mar Mediterráneo durante la temporada estival. Esto, si bien favorece la economía local, también genera impactos sobre especies marinas y hábitats vulnerables como las praderas de Posidonia oceanica.
La Posidonia, una aliada silenciosaLa Posidonia sigue siendo una gran desconocida para mucha gente. A menudo se la confunde con un alga cualquiera: esa cosa que flota cerca de la orilla o se enreda en los pies cuando entramos al agua. Incluso nos molesta verla acumulada en la arena, sin saber que está haciendo su trabajo: proteger nuestras playas de la erosión. Pero Posidonia oceanica no es un alga. Es una planta marina con raíces, tallos, hojas, flores y frutos. Es, además, una especie endémica del mar Mediterráneo y una de las más importantes para mantener el equilibrio del ecosistema marino.
Sus praderas oxigenan el agua, estabilizan los fondos marinos, frenan la erosión costera y sirven de refugio y zona de cría a decenas de especies marinas. Sin embargo, esta gran desconocida está desapareciendo a un ritmo preocupante debido a fondeos indebidos. Cada ancla mal fondeada arranca fragmentos de pradera, generando cicatrices que tardan décadas en recuperarse, pues la Posidonia crece muy lentamente.
Tráfico recreativo y falta de concienciaEn zonas como las Islas Baleares o la costa valenciana, más del 70 % del tráfico marítimo en verano proviene de embarcaciones recreativas, muchas de ellas alquiladas sin necesidad de licencia. Esto agrava la situación, pues quienes las manejan no tienen la formación adecuada ni son conscientes del daño que pueden causar. Se agrava así el estado de conservación de las praderas marinas, al mismo tiempo que se altera el comportamiento de especies de mamíferos marinos con el ruido de los motores.
En paralelo, la contaminación por hidrocarburos, detergentes y materia orgánica deteriora la calidad del agua y afecta a organismos que necesitan un entorno limpio para vivir. Como si eso no fuera suficiente, muchas embarcaciones procedentes de otros mares u océanos transportan sin saberlo especies invasoras adheridas a sus cascos o en sus aguas de lastre.
¿Qué podemos hacer como usuarios del mar?Estas especies invasoras pueden desplazar a las nativas y alterar el equilibrio del ecosistema. Y aunque suele pasar desapercibida, la pesca recreativa también representa un problema: en algunas zonas llega a suponer hasta la mitad de las capturas, añadiendo más presión sobre poblaciones ya en declive.
La buena noticia es que las soluciones existen y no son incompatibles con disfrutar del mar. Lo primero es conocer el entorno marino en el que vamos a pasar nuestras vacaciones. Solo podemos cuidar aquello que entendemos y valoramos. Hoy en día, con la inteligencia artificial, aprender sobre los ecosistemas marinos es más fácil que nunca.
Fondeo regulado y alternativas sosteniblesPor otra parte, son necesarias más zonas de fondeo regulado, una mayor vigilancia sobre las embarcaciones de alquiler, garantizar una educación ambiental real —tanto para usuarios de las playas como para navegantes— y la promoción de alternativas sostenibles como el uso de veleros, kayaks o el ecoturismo marino. Estas opciones permiten disfrutar del mar sin dejar cicatrices.
Algunas áreas marinas protegidas ya están demostrando que una gestión equilibrada es posible. Pero el desafío es grande, especialmente en verano, cuando la presión sobre el litoral se dispara. Aquí entra en juego la responsabilidad colectiva: entender que cada pequeño gesto cuenta. Cada ancla que se coloca correctamente, cada residuo que no llega al mar, cada decisión consciente, suma.
Un legado compartido que debemos protegerEl Mediterráneo no es solo un lugar para veranear. Es un legado natural compartido, lleno de vida, que merece ser respetado y protegido. Y hacerlo no significa dejar de disfrutarlo, sino aprender a hacerlo mejor, con más respeto y con más conciencia.
Porque al final, si cuidamos del mar, el mar seguirá cuidando de nosotros.

Doctora en Ciencia y Tecnología. Dirige el Máster Universitario en Ingeniería y Gestión Ambiental en la Universidad Internacional de Valencia. Compagina su labor docente con la investigación en gestión y sostenibilidad ambiental, participando activamente en el grupo de investigación GREENIUS. Comprometida con una docencia cercana y rigurosa, combina la actividad académica con la divulgación ambiental marina y la colaboración institucional.
Fotografia principal: Imagen de archivo de un ancla arrancando una planta de posidonia en Cala Figuera (Mallorca) cedida por @Fundación Marilles
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