Inundaciones en Texas: La estrategia letal de Donald Trump

En apenas unos segundos, el río Guadalupe se desbordó. Una crecida repentina y devastadora. El saldo, lamentablemente preliminar, asciende a 80 muertos y más de 40 desaparecidos, incluyendo una docena de niñas atrapadas en su campamento de verano.
¿Quién lo hubiera podido predecir? Primero, los climatólogos, que llevan décadas documentando los efectos predecibles del calentamiento global y el aumento del número e intensidad de los fenómenos extremos. Luego, los servicios meteorológicos, los observadores del cielo, los denunciantes, el primer eslabón de una cadena esencial para la correcta coordinación de las operaciones de rescate. Pero aún hay que saber escuchar. Y aún hay que querer comprender.
Este sustento para todas las víctimas se rompió, mucho antes de que las lluvias torrenciales azotaran el sur de Estados Unidos, bajo el embate de una administración Trump obsesionada con los recortes presupuestarios. Un patético escéptico del clima y fanático anticientífico, el inquilino de la Casa Blanca, para quien el calentamiento global es "un engaño", ha desmantelado metódicamente las agencias federales responsables de estudiar el clima y la previsión meteorológica.
La prestigiosa NOAA, la agencia estadounidense de observación oceánica y atmosférica, vio cómo 12.000 de sus empleados fueron despedidos por carta el pasado febrero. Desde el ámbito nacional hasta el local, en todas partes, Trump ha recortado personal y recursos . ¿Cómo puede sorprendernos, entonces, que este fin de semana en Texas, el pánico compitiera con la desorganización? Las muertes se cuentan por docenas y Trump persevera. Él "no cree" que estas reducciones de personal tengan relación alguna con la magnitud del número de muertos.
Con los pies en el lodo y el corazón angustiado, cerca del río Guadalupe, los rescatistas continúan la búsqueda. Se pronostica lluvia nuevamente para las próximas horas. El presidente de Estados Unidos planea ir "probablemente" allí. Su responsabilidad es inmensa. La catástrofe que azota Texas es fruto de su doble perniciosidad: perseguir a toda máquina una política que destruye el clima mientras destruye escrupulosamente a las agencias que actúan como centinelas del riesgo climático. Nuestra casa se está quemando, y Trump está jugando con el barril.
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