Para salvar al visón europeo, el mamífero más amenazado de Francia, las reintroducciones son el último recurso.

Romain Beaubert esperó toda la noche en su vehículo cerca de un ramal del Charente, con una antena telescópica desplegada en el techo. «Todo estaba bastante tranquilo; la hembra que seguía solo se movió unos cientos de metros», declaró este investigador de fauna silvestre de la Liga para la Protección de las Aves (LPO) el martes 26 de agosto.
Su misión: rastrear a un visón europeo, un mamífero pequeño, veloz y sigiloso de pelaje oscuro y hocico blanco. Este mustélido, ligero como una pluma, que pasa gran parte del tiempo bajo el agua o bajo tierra, no puede equiparse con un rastreador GPS: el transmisor colocado en su cavidad abdominal solo envía señales de radio. Y a una distancia de 500 metros, la antena VHF ya no capta nada. A las 8:00, otra persona tomó el relevo para continuar la vigilancia.
Este gigantesco juego del escondite comenzó tras la reintroducción, el lunes 25 de agosto, de tres visones europeos nacidos en cautividad en zonas secretas entre Angulema (Charente) y Saintes (Charente-Maritime). Otros cinco ejemplares fueron liberados el 7 de agosto y está previsto que dos sean liberados en los próximos días. Estas translocaciones son una primicia en Francia y una operación de última oportunidad: con solo unos pocos miles de ejemplares en libertad, la especie se considera en peligro crítico de extinción a nivel mundial. «Está tan amenazada como el gorila, el rinoceronte negro o el panda gigante, y la responsabilidad de Francia es inmensa», recuerda Coralie Denoues, presidenta del consejo departamental de Deux-Sèvres, uno de los numerosos socios del proyecto.
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Le Monde