La percepción de los riesgos socioambientales y su impacto. Por Alexandra Farbiarz Mas

Hace muchos años que me dedico a la comunicación ambiental. Hace más de 20 años que no hay un solo día en el que no deje de asombrarme la común indiferencia o la necesidad de no ver estos riegos que muchos dejaron de serlo para convertirse en una realidad. Ahora todos tenemos experiencias más o menos cercanas de lo que suponen los riesgos socioambientales y sus impactos que los seres humanos hemos generado sobre el medio ambiente y seguimos llevando a cabo.
¿Riesgos o impactos?En realidad, no vivimos en una situación de riesgos ambientales, sino de impactos que se manifiestan o bien silenciosamente, como por ejemplo las diversas contaminaciones que vivimos, o bien mediante catástrofes que denominamos ambientales que pueden generarse a través de un periodo más o menos prolongado en el tiempo. Estaríamos hablando, en este último caso de fenómenos como la sequía o el decaimiento de los árboles de los bosques.
Así pues, aunque hablemos de riesgos el término puede resultar equívoco, si bien sí resulta adecuada la expresión de “percepción de los riesgos” en la medida en que se sigue percibiendo como tal. De lo contrario, habríamos tomado ya varias precauciones cuando muchos científicos, y también la observación y el sentido común, nos indican que tenemos un amplio margen de mejora teniendo en cuenta todas las evidencias, datos y experiencias que se viven en el mundo entero al respecto. Estaríamos pues alejándonos del término riesgo para acercarnos a otro concepto aún por definir
Habrá quien diga que es porque le supera al individuo. Y es cierto, pero esto no significa que como individuos no podamos hacer nada. De hecho, podría decirse que acabo de hacer una generalización. Y sí, lo es porque en realidad hay muchas personas que, solas o acompañadas, hacen un gran trabajo para aportar su grano de arena a un cambio deseado por muchos más pero que no siempre pueden dedicar su tiempo a ello u otros que sí perciben que las cosas necesitan cambiar, pero no saben distinguir la información que les llega o se sienten abrumados por otras prioridades que la vida les exige.
Dificultades de la comunicación socioambientalEn un artículo que redacté en 2021, titulado “El necesario relato explicativo de la comunicación ambiental”, apuntaba algunas de las dificultades de la comunicación ambiental que ahora amplío:
- Las personas vivimos en las ciudades, muy desconectados de la naturaleza y de sus ciclos vitales que muchas veces no saben interpretarse y, por lo tanto, no es fácil asumir cuan rápidamente están cambiando nuestro entorno y como nos repercute.
- En la era de la distracción y del entretenimiento de la sociedad digital, la comunicación ambiental compite con muchos otros mensajes que no le hacen necesariamente atractiva para el gran público.
- En contraposición, los mensajes y vocabulario de la sostenibilidad son más complejos lo que no ayuda respecto a su accesibilidad en una época que además del entretenimiento hay que lidiar con un exceso de “información” y de fakes.
- Al mismo tiempo, esta fatiga y/o adicciones digitales y de patrones comparativos a través de dispositivos móviles que ya no imaginamos vivir sin ellos, generan cada vez más problemas en la salud mental, así como repercuten en un sentido crítico que los neurocientíficos están alarmados en constatar que está en serio peligro. Michel Dusmerget en Francia o el psicólogo Francisco Villar en España son muy claros respecto a esto y a otras consecuencias del uso y abuso de los móviles.
- Pero, además, en el mundo digital, se ha roto el concepto de “comunidad”. Antes la comunidad era el entorno tanto físico como relacional en el que vivías. Ahora las “comunidades digitales” son exclusivamente comunidades de intereses compartidos. Esto supone una yuxtaposición de comunidades sordas entre sí. Los algoritmos no te permiten ver otro punto de vista que no sea el tuyo propio a menos que haya empresas o gobiernos que pueden permitirse pagar grandes campañas para hacer prevalecer su propio discurso. Esto nos lleva a no poder generar una cultura digital compartida de la sostenibilidad por más acceso que haya puesto quienes no son sensibles a la cuestión no llegarán a esos posts o reels donde poder informarse.
- Tal como apuntan Meritxell Martell i Ana Romero en su artículo:”Crisi, emergència o catàstrofe? El poder de la terminologia en la comunicació del risc climàtic” (¿Crisis, emergencia o catástrofe? El poder de la terminología en la comunicación del riesgo climático.), el uso de las palabras y lo que nos despierta emocionalmente nos condiciona por lo que hay que tratar de buscar fórmulas de comunicación que sean tan cercanas como rigurosas y, a su vez que nos animen a la acción. Pero a veces en los medios los efectos ultradramáticos, aunque sean los que más se lleven la atención no significa que sean los que nos lleven a la acción. En el artículo se hacen unas propuestas de redacción y de instrumentos de comunicación ambiental disponibles.
Sin embargo, existen otros riesgos que abren aún más brechas y que difuminan los riesgos socioambientales y económicos que ya estamos sufriendo.
El negacionismo- El evidente avance del negacionismo que se basa en mensajes cortos y simplistas mucho más fáciles de “leer” que los mensajes científicos que requieren de una comprensión mucho más compleja de la realidad.
- El negacionismo ha puesto en cuestión la ciencia porque ésta, a su vez, cuestiona determinados credos de la economía del mercado. Por otro lado, el negacionismo se ha tomado la libertad como marca propia para erigirse como proteccionista de la misma. Esta asociación, hace que incluso los fundamentos de la democracia se pongan en tela de juicio. La historiadora de la ciencia Naomie Oreskes de la Universidad de Harvard lo explica bien en este vídeo del Centro de Cultura Cintemporánea de Barcelona.
- La falta de percepción o de aceptación de las economías de los países enriquecidos y emergentes de que los recursos necesarios para la producción de bienes y el desarrollo digital que avanza a pasos agigantados nos llevará a una escasez de los mismos que golpeará fuertemente nuestras vidas.
- Este último punto nos lleva a una falta de perspectiva a corto, medio y largo plazo de muchos modelos de negocios de “business as usual” que aún no entienden que hacer un control de sus costes a través de un análisis exhaustivo de la cadena de valor, podría ayudarles a una transición ecológica que les permita realmente ser sostenibles en el tiempo. Porque lo quieran o no, por más que controlen muchos recursos, éstos no crecen precisamente.
- El tecno-optimismo como solución a todos nuestros males ambientales cuando necesitamos más tiempo de maduración de las mismas para evaluar si son razonables o no, ponderar si la mochila ecológica que conllevan merece la pena respecto al balance final de su aplicación. Lo SMART nos puede salir mucho más caro de lo que imaginamos no solo a nivel ambiental, sino también respecto a la solidez de los principios democráticos tal como nos señala la politóloga tunecino-francesa Asma Mhalla. Sin embargo, ahora endiosamos la digitalización a pesar de los problemas que ya sabemos que comportan y que se agravan con el desarrollo de la IA. En este sentido resultan muy interesantes los estudios de Pablo Gámez Cersosimo.
- La falta de apoyos jurídicos y económicos para el desarrollo de alternativas que ya se saben que son necesarias para hacer frente a nuestros retos socioambientales. Por ejemplo, la falta de despliegues de instrumentos para desarrollar la prevención de residuos y recuperar el máximo de materiales para su reutilización o para hacerlos entrar en el mercado de materias secundarias antes que pensar en el reciclaje, respetando de este modo, la jerarquía de residuos.
Siendo muy etnocentrista pero que quizás al afectarnos directamente podamos entender mejor, a finales del año pasado la Agencia Europea del Medio Ambiente nos señaló lo siguiente: “Los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos causaron pérdidas económicas estimadas en 738 000 millones de euros entre 1980 y 2023 en la Unión Europea, de los cuales más de 162 000 millones de euros (el 22 %) se produjeron entre 2021 y 2023.”
Lo que está claro es que los fenómenos extremos, por más riesgos que signifiquen se producen cada vez con más celeridad y, por lo tanto, su coste económico se incrementará aún más. Además, se da de un día para otro. Valencia lo sabe bien, los costes económicos que se calculan ascendían, en diciembre de 2024 a 22.000 millones de euros. ¿Pero cómo se calcula el coste de 222 almas y el coste de la pérdida de empleos de muchas más y la reconstrucción por parte de particulares?
ConclusionesHay riesgos sobre la seguridad de las personas que todos entendemos como tales, por ejemplo, la sensación de seguridad cuando andamos por la calle. Para una mujer el riesgo se entenderá de una manera y para los hombres de otra a pesar de que todos podamos correrlo por razones obvias que ahora no entraré.
Sin embargo, el riesgo respecto a la crisis climática, sobre la soberanía alimentaria o la sequía se percibe cuando ha ocurrido una catástrofe o la situación es tan grave que empezamos a notar las consecuencias de todo ello. Aquí las nociones de previsión, prudencia, precaución y prevención no se aplican de la misma manera, como tampoco se aplicaban hace unos años las medidas respecto a la necesidad de desarrollar medidas para que las mujeres se sientan más seguras por la calle, especialmente por la noche.
Era algo que se entendía como más allá de las personas, como también sucede con los temas socioambientales. Sin embargo, culturalmente algo cambió y lo que antes se vivía individualmente ahora ya se conoce socialmente. Esto resume el gran desafío de los próximos años para poder trascender conversaciones entre sensibilizados y expertos para dar el salto a la sociedad en general.
Así pues, la falta de aplicación de los principios de prevención y de precaución son relativos a como se construye socialmente una percepción o no compartida de los riegos.
Aún y así tenemos algún motivo para la esperanza. Por ejemplo, un estudio de este mismo año titulado: “El agua en España: opiniones, actitudes y prioridades de los ciudadanos”, apunta a que “ Ante una posible sequía, la agricultura es el sector prioritario para los españoles al que destinar el agua, una vez abastecida la población”. En este sentido parece que, aunque no necesariamente se conozca el riesgo de poner en cuestión la soberanía alimentaria, sí se intuye bajo otras formas. Lo cual también nos da una suerte de terreno fértil a trabajar respecto a la percepción del riesgo en su aplicación político-social que es el de buscar fórmulas para encontrar un consenso sobre las prioridades a establecer ante los riesgos socioambientales teniendo en cuenta las experiencias compartidas como los estudios y/o saberes disponibles.
Finalmente, los riesgos medioambientales no van aparte del resto de muchas otras actividades y tendencias sociales, que pueden explicar el hecho de mirar hacia otro lado ante la dificultad de tomar cartas en el asunto porque es demasiado complejo y poliédrico. Lo que hacemos en nuestro día a día, como las prisas con las que vamos o el uso de nuestros móviles, por ejemplo, también afecta a la percepción de estos “riesgos”. Nos queda el consuelo de la preocupación que expresan los ciudadanos ante los peligros que perciben respecto al medio ambiente. Para salir del desconsuelo se necesita de mucha pedagogía, pero también la visibilidad de alternativas que funcionan y revierten los efectos del cambio climático, porque haberlas haylas y muchas más de las que creemos y a diferentes escalas. Así como la necesidad de fortalecer y emprender iniciativas comunitarias, empresariales y alguna que otra administración, para que remen hacia la sostenibilidad y empujen a los gobernantes a establecer prioridades políticas para llevarlas a un terreno que genere más robustez y no más fragilidad en nuestro medio ante los riesgos y realidades socioambientales.
Comunicóloga, formadora y coach. Licenciada en Sociología por la UB (1997). Máster en Comunicación Científica, especializada en Biotecnología y Medio Ambiente por la Universidad Pompeu Fabra (2000) y Máster en Coaching Personal por la Escuela Coach Creativo (2009). Especializada en mejora de la comunicación para organizaciones y personas, cuenta con más de 10 años de experiencia como responsable de comunicación para entidades públicas y privadas, como divulgadora y como organizadora de eventos técnicos y culturales, principalmente en el sector del medio ambiente.
Fotografía principal: Recurso de archivo @efeverde a título meramente ilustrativo
Esta tribuna puede reproducirse libremente citando a sus autores y a EFEverde.
efeverde