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J. V. Barcia (activista social): “El modelo energético no puede estar en manos del oligopolio, sino de la ciudadanía”

J. V. Barcia (activista social): “El modelo energético no puede estar en manos del oligopolio, sino de la ciudadanía”

Karina Godoy

Madrid, (EFEverde).- Defensor de la naturaleza desde la adolescencia, José Vicente Barcia ha transitado del activismo ecologista y pacifista a un compromiso profesional con la cooperación internacional, la energía renovable y las políticas públicas. Ahora, da un paso más con Guardabosques, una iniciativa que une la restauración del patrimonio rural, la conservación forestal y la formación ecosocial enraizada en el territorio.

En conversación con EFEverde, Barcia reflexiona sobre el papel de los bosques como bien común, la situación de los derechos humanos en América Latina, la región donde desarrolló parte de su trayectoria; los desafíos de la transición ecológica y la necesidad de reconectar con el mundo rural para afrontar la crisis climática desde lo local.

¿Cómo se gestó el proyecto de Guardabosque y cuáles son los frentes de trabajo?

Nace de la conexión personal con la Ribeira Sacra, la necesidad de recuperar una aldea derruida, Donelle, y convertirla en un espacio de formación en derechos humanos, ecología, economía social, feminismo y cultura.

El proyecto tiene tres ramas: es un centro de formación, un alojamiento rural y restaurante.

Además compramos poco a poco los bosques y prados de alrededor.

¿De qué manera se involucran o trabajan con la comunidad local?

Los hoteles y las casas rurales que van proliferando por allí expulsan a los vecinos de la zona para hacer ellos su actividad. Nuestro espacio es justo lo contrario.

Tenemos dos pastores en extensivo, uno de vaca cachena, autóctona de la zona, y un rebaño de 500 ovejas. Hemos acordado que sigan haciendo la labor de pastoreo en nuestro espacio.

No vamos allí a colonizar, vamos allí a habitar el espacio, abriéndonos de orejas para aprender también de la gente que hay allí.

¿Con qué tipo de recursos se financia Guardabosques?

La forma de financiación es triple. La apuesta de Ecooo, una cooperativa de economía social y solidaria. Las ayudas públicas, como Perte II de eficiencia energética.

La tercera rama económica es, por un lado la gente que paga por acceder a los cursos y por otro lado la que se asocia. El aporte es a partir de 100 €, las personas invierten, obtienen beneficios y pueden recuperar su dinero en tres años.

Sobre los cursos impartidos, ¿cuál es el balance de la experiencia?

Es una experiencia que lo que nos dice es que la gente necesita encontrar espacios de conocimiento y también de esperanza.

No podemos estar todo el tiempo subrayando que nos caemos, sino que tenemos que generar espacios de encuentro, de diálogo, de alternativa y donde salgamos con más fuerza, con más ganas y con más ilusión.

Hemos hecho cerca de 15 cursos, han participado más de 200 personas de toda España, como el científico Fernando Valladares, la antropóloga Yayo Herrero, el actor Pepe Villuela,el filósofo Amador Fernández Sabater, la poeta Laura Casielles. Están abiertos y dirigidos a todo el mundo.

Guardabosques, el proyecto ecosocial para formación y conservación cumple un año

Transición energética

En lo que respecta a tu recorrido en el área de energías renovables, ¿cuál es la mirada sobre el rumbo que toma España para la transición energética?

Es más urgente que nunca cambiar de modelo energético. Pero ese modelo energético no puede ser un modelo energético en manos de las grandes compañías, en manos del oligopolio eléctrico, sino que tiene que ser una proyección energética ciudadana que esté en manos de la ciudadanía, en manos de lo público.

La energía es un derecho humano y por tanto no puede estar al pairo de los vaivenes de la competitividad neoliberal en materia económica.

¿Y cómo ves a las instituciones públicas de cara a garantizar estos derechos?

En la actualidad los que se denominan ayuntamientos del cambio, significaron un testimonio claro de implicación de políticas ciertas en la materialización de derechos de la ciudadanía. Los derechos no son palabras, son prácticas cotidianas y tiene que haber un trabajo de conexión entre los valores universales y la territorialidad y la concreción de políticas concretas.

Es fundamental que los diferentes gobiernos, tanto en el ámbito local, regional como estatal, se impliquen en buscar soluciones. Hay ejemplos formidables y hay ejemplos absolutamente desastrosos. La involución de la Comunidad de Madrid en la lucha contra el cambio climático y por un medio ambiente más sano y sostenible es palmaria.

En tu experiencia en el área de gobernanzas, ¿qué papel jugó la voluntad política para implementar medidas de cambio?

Yo fui el jefe de gabinete del Ayuntamiento de Cádiz, de la vicepresidenta del Congreso de los Diputados y trabajé en el equipo de la ministra de Ciencia e Innovación Diana Morán. Cuando hay voluntad política todo lo bueno es posible.

Me siento identificado con buena parte de las medidas que se tomaron en Cádiz. Por ejemplo, no era legal que te cortaran el agua en tu casa si podrías justificar que no tenías posibilidades económicas como para pagarlo, porque es un derecho humano que está por encima de tus posibilidades para pagar.

Y lo mismo ocurrió con la energía. Yo estuve especialmente identificado con todas las políticas energéticas, con el bono social gaditano que supuso una vanguardia en el resto de ayuntamientos del cambio.

Y desde la cooperativa social Ecooo, de la que formas parte, ¿qué proyectos funcionaron y se pueden replicar?

Ecooo ha impulsado el barrio solar más grande de toda Europa, que está en Rivas Vaciamadrid.

Son más de 500 familias las que pusieron en sus tejados energía solar fotovoltaica. Eso significa menos emisiones de CO2, es decir, lucha efectiva contra el cambio climático y por otro lado un ahorro económico. Ponemos la energía, la quitamos de las manos del oligopolio y la ponemos en la ciudadanía responsable.

América Latina

También has trabajado en Sudamérica, en países como Paraguay y Brasil, ¿qué proyectos destacarías?

Durante varios años trabajé sobre todo con comunidades amazónicas y nordestinas gravemente reprimidas. Mi labor se centró en diseñar estrategias de resistencia no violenta en contextos de violencia extrema, junto al Servicio Paz y Justicia (SERPAJ) y el Movimiento de Objeción de Conciencia. Promovimos procesos de diálogo democrático, siempre defendiendo el derecho de los pueblos originarios a existir, ser reparados y reconocidos.

Para mí, esas comunidades muestran con su vida cotidiana que sí es posible habitar el mundo de forma sostenible, sin idealizarlas pero reconociendo su valor.

Desde tu perspectiva ¿Cómo describirías la situación actual de las comunidades indígenas frente a problemas como el monocultivo y la pérdida de sus territorios?

Las comunidades indígenas siguen perdiendo territorios y derechos, muchas veces sin titular sus tierras. Un ejemplo claro es la soja en Paraguay: el consumo masivo en Occidente alimenta un modelo depredador que contamina acuíferos y desplaza pueblos enteros.

Vivimos un neocolonialismo brutal donde ya no manda la cruz o la bandera, sino el capitalismo más feroz. Y toda esa devastación dejará una memoria incómoda para Occidente, que tarde o temprano tendrá que escuchar a quienes ha oprimido o extinguido.

A nivel general, ¿qué reflexión haces sobre los retos que enfrenta hoy América Latina?

América Latina, como el resto del mundo, enfrenta una fuerte ola regresiva, un retroceso democrático que roza el fascismo.

Personajes tan deleznables como Milley (Argentina) o como Trump (EEUU) hace que efectivamente consideremos que la democracia está en peligro y que tenemos que luchar por ella. No porque queramos luchar por la democracia, sino porque nos están llevando a un atolladero donde luchar por la democracia va a ser casi un acto revolucionario.

Finalmente, ¿ qué mensaje te gustaría transmitir a la audiencia desde tu experiencia en el poder de la acción colectiva?

Siempre digo: cuando la tristeza es un mandato oficial, la alegría colectiva es una hermosa forma de desobediencia. Transmitir solo desesperanza paraliza. Hay que actuar, equivocarse haciendo algo es mejor que resignarse y no hacer nada. Lucho no solo por los resultados, sino porque es un imperativo ético. Esa lucha nos da sentido a mí, a muchas personas y a todos los movimientos sociales y proyectos de economía solidaria que creen que transformar el mundo es posible y urgente.

efeverde

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