Tierras raras y energía. Por Tomás Gómez, director del Grado de ADE de UNIE Universidad

Tomás Gómez, director del Grado de ADE de UNIE Universidad
Hasta el siglo XVIII, el denominado mercantilismo económico medía la riqueza de los países por el oro y la plata que podían acumular. En 1776 llegaron nuevas ideas de la mano de Adam Smith, entre otros, y se terminó aceptando que la prosperidad de los estados estaba relacionada con su capacidad productiva y que esa sería mayor cuantos menos obstáculos tuviese el comercio internacional.
David Ricardo, otro de los clásicos, enunció la teoría de la ventaja comparativa que daba una explicación teórica de por qué se produce la especialización en la producción de los países que hoy sigue siendo argumento a favor de la liberalización.
De esta manera, en tanto que el PIB recoge la producción total que tiene lugar en un país y cuanto mayor sea este, mayor riqueza posee esa sociedad. Las políticas de crecimiento económico del siglo XX se basaron en incentivar el consumo y la producción.
Algunos cuestionaron el sistema. Hace más de 57 años, Robert Kennedy criticó duramente la manera de crecer económicamente y cómo se mide la riqueza. En la universidad de Kansas pronunció un famoso discurso en el que dio argumentos como que el PIB “Incluye la destrucción de la secuoya, el napalm, las ojivas nucleares y los carros blindados para que la policía luche contra los disturbios en nuestras ciudades. (…) En resumen, mide todo, excepto lo que hace que la vida valga la pena.”
En efecto, en una economía lineal la obtención de recursos naturales en los que la tasa de extracción es mayor que la tasa de reposición de la naturaleza ha sido la norma o actividades cuya huella de carbono es elevada, se computan como prosperidad del país en sí misma.
La Unión Europea (UE) tomó la bandera de la transformación productiva desde una economía lineal hacia una circular con Barroso y, después con Juncker, realizando la propuesta del Pacto Verde que se plantea como objetivo emisiones 0 para el año 2050.
Pero, la UE ha abordado el futuro desde una perspectiva imposible que, además, le deja fuera de juego. Las principales empresas tecnológicas son norteamericanas con permiso de las chinas, Europa tiene como buque insignia EADS, corporación de carácter industrial.
Europa fuera del liderazgo tecnológicoLa tecnología la importamos de EE.UU. básicamente y la energía de otros proveedores. Eso deja a los europeos fuera del terreno de juego en la realidad geoeconómica del siglo XXI, consistente en la lucha por el liderazgo tecnológico.
Los actores principales son EE.UU. y China, que mantienen una contienda abierta. El secundario, la India, que sigue su andadura sin hacer ruido, siendo el resto de la comunidad internacional figurantes a la espera de pronunciar alguna frase en el guion de la obra.
Quien gane la carrera por el control de tierras raras y de la energía determinará el liderazgo tecnológico en IA y la revolución productiva que traerá consigo, de ahí la pugna por el control económico de África y de otros territorios.
La energía se está convirtiendo en la medida de la riqueza en este siglo, quien posea energía tendrá posición dominante y quien dependa energéticamente de otros, satisfará su necesidad de consumo en la medida que la tenga satisfecha el país productor.
Donald Trump y Xi Jinping lo saben bien, por eso mantienen el pulso en la guerra arancelaria que no es más que una batalla en la guerra que configura el mar de fondo. Los países serán ricos o pobres en función de su control energético y de su desarrollo tecnológico.
Con datos del Banco de España, las importaciones europeas se concentraban en petróleo, gas y uranio. Así, por ejemplo, las importaciones de petróleo y gas ruso pasaron del 20% en 1995 al 33% en 2019, siendo Noruega el segundo socio comercial, apostando un 8% de las importaciones de productos energéticos.
En el caso español, las cifras varían, los principales exportadores energéticos a la economía española son Nigeria, Libia y Argelia, que suman el 34% de las compras nacionales.
A partir del indicador de sustituibilidad propuesto por la Comisión Europea, entre otros, se han establecido mapas de dependencia energética, concluyendo que gas, uranio y carbón son los productos más difícilmente sustituibles.
Dependencia energética y tensiones geopolíticasAdemás, petróleo y gas son los más afectados por las tensiones geopolíticas, como el conflicto de Ucrania, siendo, en este caso, más estable la importación de uranio. La dependencia española circula en la misma línea que el conjunto de la UE.
En este contexto, la transformación productiva hacia un paradigma de sostenibilidad viene determinado, en primer lugar, por la independencia energética, en segundo, por contar con tecnología puntera propia.
Las renovables ayudan a producir sin depender, pero requieren la adecuación tecnológica necesaria. Por ello, la demonización de la energía nuclear responde exclusivamente a prejuicios injustificados o a manipulación política interesada.
La UE está lejos de ser un referente en IA y particularmente España, que reside en una especie de tercer mundo tecnológico. El apagón del lunes puso de manifiesto no solo lo vulnerables que somos, sino cómo puede ser la vida de aquellos que no tengan control energético y no desarrollen tecnologías punteras propias.
El gobierno puede culpar a las empresas energéticas o a quien desee, pero el problema de España es doble: la inexistencia de un plan energético serio y compatible con las posibilidades tecnológicas y los planes de contingencia necesarios para no necesitar 24 horas para restablecer la normalidad.
Tomás Gómez, director del Grado de ADE de UNIE Universidad
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